viernes, 31 de enero de 2014

JABÓN NATURAL TRADICIONAL

  


    
La etnobotánica es la ciencia que nos habla de la relación del hombre con su entorno natural, especialmente con el mundo de las plantas y todo el aprovechamiento que el hombre ha hecho de ellas a lo largo de los años.
Los usos que el hombre ha hecho de las plantas a lo largo de las historia han sido muy diversos: alimentación, ropa, utensilios para el hogar, herramientas para las tareas agrícolas, y desde luego mucho ha sido el uso que hemos hecho de las plantas para tratar diversas dolencias y enfermedades.

Desde un punto de vista antropológico, la etnobotánica nos permite entender nuestro presente y vislumbrar hacia dónde vamos o hacia donde podemos ir, rescatando del pasado formas más armoniosas de relacionarnos con los entornos naturales.



¿Pueden ser útiles y tener valor en pleno siglo XXI, las formas de vida de nuestros antepasados? No se trata, desde luego,  de afirmar que tiempos pasado fueron siempre mejores sino de rescatar hacia el presente sabiduría popular realmente útil hoy en día.



En esa labor de “contador de historias” que puede desarrollar un educador ambiental es interesante aprovechar el buen saber hacer de nuestros padres y abuelos. Personas, muchas de ellas, que han vivido y viven siendo conscientes de lo importante que es volver a relacionarnos con la naturaleza de igual a igual y  por qué no emplear ese conocimiento como recurso didáctico recurso didáctico y seguir transmitiendolo a niños y mayores.


Buscando esa relación más respetuosa con el medio ambiente y además aprendiendo saberes tradicionales muy útiles hoy en día os hemos propuesto aprender a “saber  hacer” algunas fórmulas tradicionales, sencillas y muy útiles.


Romero y malva 
La primera fórmula tradicional que rescatamos del pasado tiene que ver con los jabones, es decir con el aprovechamiento de un recurso local como eran las grasas animales y vegetales y el empleo de un álcalis, que hasta principios del siglo XX se elaboraba a partir de cenizas de maderas nobles o de la combustión lenta y meticulosa de las plantas barrelladoras, hasta obtener las piedras de sosa.

A partir del descubrimiento de la sosa caústica, NaOH, por un químico francés,  Le Blanc, en el 1791, el oficio artesano de barrellador fue progresivamente desapareciendo y los jabones se han seguido elaborando con la sosa caústica que podemos hoy en día comprar en muy diversos lugares.

cómo se elaboraban las piedras de sosa. Este fue un oficio artesano del que vivían numerosas familias de los diversos pueblos de la cuenca mediterránea, pues este es el lugar en el que abundaban las llamadas plantas barrelladoras, que incluso de llegaban a cultivar para producir con ellas las preciadas piedras de sosa.  El nombre científico de estas plantas era Salsola sp. y también Halogeton sp., propias de suelos pobres, pedregosos, calizos y de climas mediterráneos.
Iniciamos la recuperación de un “saber hacer” tradicional, que sigue siendo muy práctico y útil hoy en día, especialmente para aquellas personas que quieran reciclar el aceite usado de casa y lavar la ropa, el suelo y los cacharros de la cocina sin agredir al medio ambiente.


La fórmula es muy sencilla.

Sus ingredientes son:

- 1 litro de aceite usado, filtrado. Sirve el aceite de cualquier tipo de fritura pero que no se haya enranciado.
- 1 litro de agua, que conviene que sea agua destilada
- De 150 gr a 200 gr de sosa caústica de la mayor pureza que encontremos.

Y el modus operandi también es muy sencillo:

1º Diluir la sosa en el agua, por lo general puede llegar a conseguir temperaturas de hasta 80º. En este momento se emitirán vapores que pueden ser irritantes para ojos, mucosas etc. Por lo que se aconseja llevar mascarilla especial para vapores y por supuesto guantes, además de hacerlo en una habitación ventilada.
2º Una vez bien disuelta la sosa, agregar poco a poco el aceite usado y mover con cierta energía con varillas de acero inoxidable o paleta de madera. No es necesario calentar el aceite.
3º Una vez vertido todo el aceite debemos seguir moviendo durante al menos 20 minutos. Podemos ayudarnos con la batidora, poniéndola a media potencia.
4º Se debe de mover hasta conseguir una natilla muy espesa, tal que al levantar la varilla o paleta de mover deje huella sobre la masa el jabón que cae. En ese momento se puede verter en un molde y lo podemos dejar madurar.

Observaciones:
  • Puede que en la fase de agitación de la masa de jabón se produzca una disgregación de un líquido ambarino, que normalmente es glicerina con algo de agua, es un proceso normal. El jabón llega a endurecer flotando incluso sobre la glicerina.
  • Si se vierte la masa de  jabón demasiado caliente en el molde seleccionado puede producirse una disolución del jabón por exceso de temperatura, disgregándose toda la glicerina y tomando aspecto de haberse cortado. Para evitar esto es conveniente mover la masa de jabón al  menos 20 minutos e incluso durante media hora,  aunque aparentemente halla espesado a los diez minutos de empezar a moverlo. Y una  vez vertido el jabón en el molde seleccionado  NO taparlo.

una vez conseguido el endurecimiento del jabón, que se manifiesta al día siguiente podemos decidir si cortarlo para crear pastillas de jabón duro que podrán utilizarse al cabo de unas 4 semanas o bien lo queremos convertir en gel líquido, simplemente añadiéndole agua, unos 12 litros de agua caliente para el total de jabón que obtenemos con las cantidades de esta fórmula.


Las pastillas una vez cortadas pueden ponerse en lejas para su secado. Es conveniente taparlas un poco con alguna sábana o papel, es decir con algo que les permita respirar, con el fin de que el secado sea lento y progresivo.
Tradicionalmente la gente añadía a este jabón un poco de colofonia o pez griega para ayudar a que proporcionase más espuma y azulete para potenciar el efecto blanqueador, pero creo que no le hace falta pues limpia perfectamente la ropa blanca y la de color.






Fuente: http://cursoeducadorambiental.org/

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